Las mujeres son más vulnerables a los factores químicos ambientales. Biológicamente el organismo de las mujeres, aunque se exponga en igualdad de condiciones que los hombres, es más vulnerable por diferencias biológicas de absorción, metabolismo y excreción de tóxicos solubles en las grasas (Gita Sen y cols., 2007). Esto produce una morbilidad diferencial por sexos. Determinadas enfermedades endocrinas, inmunes y músculo-esqueléticas pueden tener un componente de esta mayor sensibilidad femenina a los
tóxicos ambientales(4); lo que explica, en parte, su mayor prevalencia en mujeres. Si no se hace visible en la clínica, se puede estar usando el patrón de vulnerabilidad masculino y pasar desapercibidos determinados trastornos en mujeres. Como viene difundiendo Carme Valls desde hace años, las mujeres padecen anemia ferropénica con mucha mayor frecuencia que los hombres. El hecho se invisibiliza mediante un cambio en el parámetro de normalidad en la analítica, informalmente establecido, descendiendo los valores normales para las mujeres a valores que, sin embargo, son sintomáticos para ellas (fatiga, dolor y cortejo sintomático de la anemia). Esto es producto de invisibilizar un factor de morbilidad diferencial.
Carme Valls-Llobet, de quien ya hemos puesto un vídeo en otra entrada específico sobre endometriosis, trabaja desde hace años en identificar y desarrollar protocolos clínicos para procesos de morbilidad diferencial femenina, especialmente en enfermedades endocrinas e inmunológicas. Analiza también la clínica del dolor crónico bajo la óptica de estos trastornos subyacentes que son infra diagnosticados.
Dice Jozien Bensing (2006), que el sesgo tecnológico se produce por el apoyo en la medicina basada en la evidencia y la actuación mediante protocolos clínicos estandarizados que se aplican por patologías y no por pacientes. (…) El sesgo tecnológico
perjudica para el enfoque de género, porque este es psicosocial. Para incluir el género es necesario incluir la vida social y subjetiva de las personas. Por esto requiere añadir a la medicina basada en la evidencia, una atención centrada en el /la paciente.(…) y termina..:
El sesgo tecnológico contribuye a interpretar sólo en términos biológicos los padecimientos de las mujeres relacionados con el ciclo vital. El ciclo menstrual, la maternidad, la menopausia, son procesos con fuerte implicación biopsicosocial. Sin embargo, desde la biomedicina, se tienden a interpretar y abordar sesgadamente desde lo biológico y a intervenir con el arsenal correspondiente, que es el farmacológico. Las diversas pautas farmacológicas para tratar la menopausia, -tanto la terapia hormonal sustitutiva, como los diversos protocolos contra la osteoporosis (calcio, raloxifeno, bifosfonatos, etc.)-, o la supresión hormonal para tratar quistes anexiales, o la píldora de uso continuado para suprimir la menstruación, o el más reciente parche de testosterona para el deseo sexual inhibido, son abordajes en clave orgánica, de procesos de alta complejidad psicosocial y de género.
Las mujeres y los hombres, debido a diferencias biológicas y, en otros casos, debido a su distinta socialización y modelos de comportamiento de género, presentan diferente forma de experimentar la enfermedad, de búsqueda de ayuda; de expresión de la queja y los síntomas y de comunicación e interacción con el sanitario/a. Si el o la profesional no percibe y tiene en cuenta estas diferencias y aplica un mismo patrón de intervención,
realizará una atención sesgada (Fransje W. Van der Waals, 1991; Kirsti Malterud, 2000; Mª Teresa Ruiz, 2001; Débora Tajer ,2003; Gita Sen y col., 2007).
Texto tomado de: «RECOMENDACIONES PARA LA PRÁCTICA CLÍNICA CON ENFOQUE DE GÉNERO«, de Sara Velasco (2009), una guía muy interesante para profesionales sanitarios de atención primaria y especializada.
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